Algo que para nosotros es tan evidente, como leer y escribir, implican procesos profundamente sociales y psicológicos que conectan los pensamientos, las percepciones, las experiencias y los proyectos de la gente con colectividades más amplias de acción y creencias organizadas. En concreto, la escritura es un medio de comunicación entre las personas, que trasciende el tiempo y el espacio.
Jack Goody, antropólogo inglés del siglo pasado, realizó un trabajo pionero acerca de las consecuencias de la lectura y la escritura en la conformación del pensamiento. Goody tenía claro que las prácticas culturales afectan, no solo el desarrollo de los individuos y a sus modos de pensar, sino también la vida comunitaria. Por esta razón, estaba dispuesto a contribuir a la discusión de las consecuencias cognitivas del uso del lenguaje escrito, sin por ello olvidar las importantes consecuencias sociales y culturales de estas prácticas. Su descripción de cómo la alfabetización ha influenciado la organización de la sociedad provee el punto de partida para la comprensión tanto de la complejidad de la vida social moderna, como de la manera en que ésta se mantiene y evoluciona a través de las prácticas escriturales. Las palabras escritas mueven las mentes, las mentes mueven a las personas y las personas mueven el mundo, social y material.